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  • Terapia Floral – Supervisión de casos clínicos

Sombra, polaridad y esencias florales – 1era parte

Sombra, polaridad y esencias florales – 1era parte

Las prohibiciones convierten al mundo en una réplica de nuestro propio rostro desconocido.

Carl G.Jung

El mito griego de Quirón describe la tarea que cada persona debe enfrentar: la herida que debe sanar, la lección de vida que debe aprender.

Desde la perspectiva de la Terapia Floral ésta herida se expresa en término de los afectos sofocados que conforman la urdimbre de nuestra sombra, la fuente de la cual nace la energía formadora de la enfermedad.

La sombra, el adversario, el otro, el tentador, ese aspecto de nosotros con el cual no nos identificamos y que rechazamos, es esa otra parte de nosotros que desplazamos en un síntoma, la proyectamos en un vínculo o la dramatizamos en un sueño.

La sombra es lo opuesto a lo que aceptamos, reconocemos y con lo que nos identificamos: nuestra máscara. Funciona en oposición y debate permanente con la máscara o personalidad y de la tensión entre ambos aspectos, de ese conflicto estructural e inherente a la naturaleza humana, surge el movimiento de avance de la vida.

El hombre tiene anhelo de conocer lo que desconoce, recordar lo que ha olvidado y en la medida que “sabe más de sí” crece, en la medida que conoce más de sí, se integra más y evoluciona. Después de todo, ser más es unirse más y para ello necesita dialogar con la sombra, aceptarla y descubrir que en ella puede encontrar un aliado.

De esta manera la tarea de la Terapia Floral consiste en des-construir o disolver nuestras máscaras y ponernos en contacto, cercano e íntimo, con nuestra sombra. Las palabras del Dr. Bach acerca de que el objetivo del arte que él creara no era otro que ayudar a descubrir la causa real del enfermar, ponen blanco sobre negro que la Terapia Floral (en lenguaje moderno) es una Psicoterapia sostenida por esencias florales y que es muy distinto “prescribir flores que ser Terapeuta Floral”.

Que la Terapia Floral no persigue la superficie transitoria sino la permanente profundidad del alma, no la búsqueda de transformar el dolor en bienestar, el fracaso en éxito, sino el contribuir al logro de la individuación personal.

Cada paciente que nos consulta, cada ser humano que transita por el mundo, necesita alcanzar un cierta coexistencia (armonía) entre los tensores polares que lo hace ser lo que es. Este antagonismo la ciencia lo expresa de muchas maneras. Por ejemplo, la Antropología estructural habla de naturaleza y cultura, el Psicoanálisis de inconsciente y conciente, la Psicología junguiana de arquetipo y símbolo, la Física de partícula y onda, la Medicina Tradicional China de Yin y Yang.

Nuestra vida cotidiana, casi inadvertidamente, funciona en términos de bueno o malo, hombre mujer, Dios diablo, blanco negro, luminoso oscuro, alto bajo, propio ajeno, izquierda derecha. Nuestro cuerpo vive en diástole y sístole, tensión y relajación, inspiración y expiración y nuestros sistemas y órganos hacen antagonismos entre ellos y todo para producir el movimiento de la vida.

Así el corazón y el hígado tienen una relación emocional y orgánica de necesidad dispar. El corazón, llama al sacrificio amoroso, el hígado al suicidio; el corazón, al impulso, la espontaneidad, la alegría, el riesgo, el arrojo y el hígado la receptividad, la reflexión, la melancolía, la previsión, la premeditación; el corazón al puro presente, nada conserva, nada quiere que se retenga, el hígado es un banquero que atesora y ahorra; el corazón es extravertido y el hígado introvertido; uno es diurno, exultante, firme, el otro nocturno, triste, cauteloso, dubitativo; el corazón necesita ser fuerte para poder enfrentar las penas de amor, el hígado necesita ser fuerte para sostenerse en la amarga soledad.

Sin embargo ambos guardan entre sí una estrecha solidaridad aunque vayan por caminos diferentes y opuestos. La sangre, la circulación de los afectos, es uno de los nexos que une y separa al corazón del hígado.

Del mismo modo la sombra se enfrenta a la máscara, como la resistencia de una enamorada que crea una mayor corriente de atracción con su negativa a dejarse conocer.

Integrar la sombra, entrar en contacto con la sombra es el paso inicial del proceso terapéutico. Es aceptar que somos dos y que “ambos dos” somos “uno mismo”. Que todo Vervain en la personalidad esconde un Water Violet en su sombra, que todo Rock Water un Cherry Plum como todo Vine un Centaury y que nuestro trabajo floral consiste, en una buena parte, en lograr que la persona reconozca lo que proyecta fuera de sí y considere sus síntomas, sus vínculos y sus sueños como espejos que le devuelven la madera de que está hecha su alma.

Esta es una actividad bien difícil porque nos cuesta ver en nosotros lo que rechazamos en otros, así como el descontrol, desorden y desborde del Cherry Plum le resulta intolerable aceptar al Rock Water o como el Vervain se enoja con la actitud de desdén y superioridad de un Water Violet. La intolerancia y el enojo denuncian la presencia en la propia sombra de lo que se rechaza en el otro.

Dicho sea de paso, estas consideraciones implican una estrategia prescriptiva a la hora de seleccionar los remedios florales. Pero volviendo a la sombra, la primera labor terapéutica es que el consultante entre en comunicación con ella, que la sienta como parte propia y concretamente que incorpore los afectos que por ausentes vuelven como síntomas ya que el síntoma es el resto conmemorativo de una emoción suprimida.

Veamos a un Vervain: un dato característico es la dificultad que tiene para conectarse con su odio y su rencor. Robin Hood regresa de Tierra Santa y se encuentra con su padre asesinado, su novia con otro, sus tierras quemadas mancillada su dignidad y en vez de explotar de ira se convierte en un justiciero y redentor de pobres y desvalidos. El afán de justicia es el modo Vervain de canalizar su odio inconsciente. La iracundia se disfraza de afán justiciero y los excesos de venganza reciben el nombre de actos reparadores. No importa si tras sus ideales la gente muere. Lo importante es la causa que defiende. Todo se va componer salvando al Rey Ricardo Corazón de León, figura de una autoridad paterna idealizada y en la cual se niega el abandono y falta de cuidado que ese rey somete a su pueblo.

Este hecho es típico de las historias de vida de las personalidades Vervain: tuvieron padres ausentes pero que son vividos como idealizados y el odio sofocado se transforma en síntoma.

Una esencia eficazmente importante para tomar contacto con la sombra es el Cherry Plum (ciñéndonos al sistema Bach) que trabaja sobre el mecanismo central de desconexión entre máscara y sombra. El Star of Bethlhem cura la rajadura natural del ser humano, esa doble existencia entre lo conocido y lo desconocido, esa fractura que parece no soldar y nos condena a un eterno desconsuelo, mientras que el Agrimony al ayudarnos a vivir sin máscaras hace al Yo más permeable a aceptar lo inaceptable. Aceptar lo inaceptable, lo que para cada cual es inaceptable es una cuestión de historia. No me refiero sólo a la experiencia biográfica sino también a la prepersonal y transpersonal y al hecho que lo importante no es lo que nos ocurre sino lo que hacemos con lo que nos pasa.

Esa es la historia a la cual me refiero, a esa trama de creencias, mitos y argumentos inconscientes que son los que escriben el sentido de los hechos de nuestra vida. De manera que siempre hay algo que rechazamos lo que no significa que sea algo en si “rechazable”.

El Vervain, para citar un caso, vive con disgusto el triunfo personal y con alegría los logros colectivos o grupales. Tiene una creencia anclada en su psiquismo que logros personales son sinónimo de egoísmo e inclusive puede generar sentimientos de culpa inconscientes que lo llevan a “fracasar al triunfan”. Lo “inaceptable” no es nunca objetivo sino pura gestación subjetiva.

Continuará…