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Zeus: en la Danza de Adán

Zeus: en la Danza de Adán

Rea, entregada a Cronos, tuvo famosos hijos: Hestia, Deméter, Hera de áureas sandalias, el poderoso Hades que reside bajo la tierra con implacable corazón, el resonante Ennosigeo y el prudente Zeus, padre de dioses y hombres, por cuyo trueno tiembla la anchurosa tierra.

Hesiodo

La mitología entró en mi vida de la mano de mi hermano. Apenas comenzaba el colegio secundario y él casi lo acababa, de manera que, hace muchos años, el mundo de los mitos me acompaña. A esa edad uno se deslumbra de un modo más sencillo pero, la impresión debe haber sido muy intensa, porque aún recuerdo la textura y las manchas del libro que mi hermano me prestó para iniciarme y motivarme en el tema.

Sin embargo, el “amor maduro” por la mitología se despertó a partir de lectura de los Mitos Griegos, de Robert Graves, al ingresar a la universidad. Fue como descubrir, en la ironía, humor y belleza de su pluma, subtextos, historias escondidas y narraciones clandestinas que apenas se asomaban, un universo que para nada tenía que ver con la ficción sino que era algo real y cotidiano. Graves me enseñó a ver los mitos, vivos en las relaciones. En ese tiempo me maravillaba, en especial, la imagen de Zeus, de niño Zagreo, alimentado por la cabra Amaltea, luego entronizada, en el firmamento, como la Constelación de Capricornio. Y me atraía, y al mismo tiempo sorprendía, cuatro cosas del ciclo mítico de Zeus.

La primera, el cambio de nombre que me llevaba a pensar en que iniciación había vivido Zagreo para tornarse Zeus. Me quedaba clara la de Core en Perséfone, pero no la de este expansivo personaje.

En algunos relatos se dice que, en realidad, Zagreo era un hijo secreto de Zeus y Perséfone, antes que esta fuera raptada por Hades, lo cual contradice el carácter virginal de la hija de Demeter a la hora de su violación por el rey del inframundo. La historia, entonces, es que Zeus fecundo a Perséfone disfrazado de serpiente, y que el fruto de esta unión fue Zagreo, a quien se lo asimila con Dionisios, y a quien Zeus esperaba heredar su reino.

Este joven dios murió despedazado y devorado por los titanes, enemigos de Zeus, y solo su corazón permaneció entero y palpitante. Aquí hay dos finales. Uno señala que el corazón de Zagreo fue recogido por Atenea quien lo encerró en una figura de yeso en la que inyectó vida, de modo que, Zagreo, se volvió inmortal y, la otra, que Zeus le dio el corazón a Semele (la Luna) para que lo absorbiera y, así, lo hizo resucitar. La similitud con el mito de Dionisios es bastante clara.

La segunda cosa, fue descubrir la capacidad reparatoria de Zeus. Tal vez no de lo que él hacía (no era muy propenso la culpa o la responsabilidad de sus actos), sino de los males que otros provocaban, como en el episodio en el cual su hija, Palas Atenea, dejó ciego a Tiresias por verla bañarse desnuda, y Zeus, como compensación, le otorga el don oracular.

La tercera, el asombro ante el hecho de lo diestro que era Zeus para transformarse, en lo que sea, con tal de satisfacer su lujuria y embarazar a sus parejas ocasionales.

Desde aquella época imaginé a Zeus como “El Gran Transformista”, histrión que había iniciado su profesión cuando perseguido por Cronos se convirtió en una serpiente para engañarlo y escapar. Me explicaba su falta de ética vincular y su conducta abusiva con la metáfora de que si había sido amamantado por una cabra, eso daba pie a que de adulto fuera un gran “cabrón”. La otra versión, menos popular de su crianza, es la de una cerda. Mejor sin comentarios. Pero, haya sido cabra o cerda, la conducta de Zeus hacia las mujeres dejaba mucho que desear.

Finalmente, la cuarta, me cautivaba el espíritu conciliador que alentaba a Zeus para mediar entre las disputas de los dioses, entre dioses y mortales y entre mortales. Un ejemplo, es cuando intervino ante la pelea entre Afrodita y Perséfone que se disputaban el amor del bello Adonis. Claro está que no siempre lo hacía con una sana intención, pero sin duda era un buen mediador.

El Gran Transformista

En general, las transformaciones de Zeus en algo diferente, estaban motivadas por el deseo de satisfacer su pasión sexual. Tal vez, ésta tendencia a revestirse de algo diferente de lo que era, esté vinculada a la madre de Palas Atenea, la titana Metis, que cambiaba de forma para evadir los requerimientos de Zeus pero que, al fin, no pudo seguir haciéndolo y Zeus la poseyó y embarazó.

A todo esto, un oráculo (otros dicen que fueron Gea y Urano) profetizó que Metis (prudencia y perfidia) daría a luz una niña pero, si quedaba de nuevo encinta, sería esta vez un niño que destronaría a Zeus. Entonces el rey el Olimpo llevo a la cama a Metis con palabras dulces y cuando tuvo oportunidad abrió su boca y la engulló. Pasado el tiempo, le vino un tremendo dolor de cabeza y el dios Hermes al verlo dedujo que eran dolores de parto y convenció a Hefesto para que con una cuña y un martillo abriera la frente de Zeus y, de su cabeza abierta, salió Palas Atenea, la sabiduría de los Dioses. Un aspecto nuclear del cuento es que, quizás, en ese suceso de conquista de Metis, Zeus descubrió el poder de la transformación para alcanzar sus objetivos.

Hay una enseñanza en todo esto, más allá de que “la sabiduría de los Dioses” parece ser esta secuencia de filicidios y parricidios simbólicos, y no tanto, del odio y desconfianza entre padres e hijos y entre marido y mujer, de traiciones y rencores, en suma, de una primitiva y voraz sombra, que en esa época no se sublimaba sino que se actuaba. Y esa instrucción parece mostrar que la transformación es una fuerza femenina (que causa “dolor de cabeza” a los hombres), cuyo modelo es la imagen de la “cambiante” luna, que el varón puede incorporar en su repertorio de conductas y, máscaras que el patriarcado utiliza con fines manipuladores.

Dicho sea de paso, las Moiras (fases) representan a la Triple Diosa Luna: la luna nueva, diosa doncella de primavera; la luna llena, ninfa del verano y luna vieja, diosa anciana del otoño. Y digo esto porque Zeus se autodenominó “El Jefe de las Moiras o Parcas”, las que tejen, destejen y cortan el hilo del destino de la vida humana, que usaban túnicas blancas, en alusión a la luna, y el hilo, con el cual hilvanan, era de lino, fibra lunar. De modo que hay una serie conjuntiva que anuda a la Luna con el Destino y que rodea y da contexto a una trama de la historia de Zeus.

Si ahora vamos a las vicisitudes amorosas del Rey del Olimpo y de sus enmascaramientos, tenemos algunos ejemplos significativos que nos muestran el perfil del personaje.

Se cuenta que éste comportamiento incontinente y voluptuoso de Zeus tuvo un inicio más que simbólico. Su madre Rea sabiendo la naturaleza lujuriosa de su hijo y todo lo que esto iba a acarrear a quienes lo rodeaban, le vedó el matrimonio: “Hijo te prohíbo que te cases”. Zeus, ante esta orden materna se irritó profundamente y la intimidó con la promesa de violarla. Rea, para imponer su autoridad, se transformó al instante en una serpiente amenazante y retadora y Zeus, por su parte, en lugar de amilanarse como esperaba Rea, mudó en una serpiente macho, envolvió en un apretado abrazo a su madre y consumó su advertencia. Parece que haber cruzado esta línea fue el punto de partida de la extensa y, por momentos, abusiva vida amorosa de Zeus.

Europa era una bella ninfa, hija de Agenor y Telefasa, que Zeus vio jugando en la playa de Sidón o Tiro, según sea el relato, y que le despertó un fuerte deseo que inflamó su corazón con el ansia de poseerla. Entonces, se transformó en un toro de un color blanco radiante y cuernos parecidos a la luna creciente y se fue a tumbar a los pies de Europa. Esta, al principio, se asustó pero luego comenzó a acariciar al toro y hasta se atrevió a subirse a su lomo. En ese momento, el toro se incorporó, se lanzó al mar y nadó hasta Creta, mientras Europa aferrada a sus cuernos gritaba desesperada. Al llegar a tierra, al lado de una fuente, Zeus la poseyó.

Cisne con Leda, Cisne con Némesis, Lluvia de oro con Dánae, disfrazado de su marido con Alcmena, como Sátiro con Antíope, como Artemis con Calisto, y dejamos de enumerar aquí, Zeus se revestía de lo que fuera necesario para realzar sus propósitos.

Es real que las máscaras son como la piel, necesarias para poder adaptarnos a la realidad y movernos en el mundo pero, el secreto es no dejar de ser fiel a uno mismo. Tal vez, la fidelidad de Zeus a sí mismo haya sido ser en la metamorfosis, esconder tras velos su verdadera naturaleza. No es esto muy lejano de muchas condiciones vinculares y emocionales que vemos cada día. La histeria es una de ellas, pero no la única.

Este es un aspecto de Zeus y así como se disfrazaba, también se mostraba como tal. Para ser justos hay numerosos relatos sobre esto pero, lo que no hay que sostener, es que, cuando se camuflaba, lo hacía para proteger a sus amantes de la ira de Hera. Esto es un vulgar cuento.

Zeus, el reparador

Zeus era bien enojón, dictatorial y vengativo, pero le gustaba reparar, en oportunidades, el daño que los sentimientos hostiles de su mujer o hija (u otros) habían provocado en algunas personas. Un ejemplo, que ya citamos pero del cual vamos a dar otra versión, es bien ilustrativo de esta disposición de Zeus.

La saga narra que Tiresias vio a dos serpientes copulando y quiso separarlas y cuando estas lo atacaron, con su bastón mató a la hembra e instantáneamente se convirtió en mujer y con el tiempo llegó a ser una famosa prostituta. Pasados siete años Tiresias volvió a ver a dos serpientes copulando en el mismo lugar que la primera vez y entonces mato al macho y recuperó su condición masculina. De manera que Tiresias, conocía tanto del goce femenino como del masculino.

En una oportunidad en la cual Hera le reprochaba a Zeus sus infidelidades éste, para defenderse, argumentaba que cuando estaba en la cama con ella, ella disfrutaba mucho más que él y eso compensaba el tema, dado que las mujeres gozaban más del sexo que los hombres. Hay que tener morro para lanzar este tesis !!!

Por supuesto que Hera sostenía lo contrario y, para zanjar la situación, llamaron a Tiresias (que había estado en los lados) para preguntarle y él respondió: “Si las partes del placer fueran diez, corresponde tres veces tres a la mujer y una sola a los hombres”. La respuesta no agradó a Hera e hizo sonreír burlonamente a Zeus ante lo cual, Hera se encolerizó y, entonces, se descargó su furia en Tiresias dejándolo ciego. Zeus apiadado, lo compensó con la visión oracular y una vida que duró siete generaciones. (Ya vemos como, en la Mitología, has versiones contradictorias para cada evento.Ya no es la que ciega Palas Atenea sino Hera)

Este es un interesante rasgo de la personalidad de Zeus que roza con lo protector pero que se inclina más hacia el respeto de un orden de justicia necesario en el universo. Por algo, tanto Temis y Némesis, que mucho tenían que ver con la justicia, fueron amantes de Zeus.

Zeus, el conciliador

Este es el último aspecto que vamos a abordar aquí sobre Zeus: el conciliador. Existen varios relatos al respecto: Apolo y Heracles (por el trípode de Delfos), Apolo e idas (a causa de Marpesa), Atenea y Poseidon (por el Atica)… Pero hay una que nos permite indagar diversos planos y conectar con el lado femenino. Se trata de la pelea que Afrodita y Perséfone desarrollaron por Adonis.

Esmirra era una joven a quien su madre amaba y de quien se sentía orgullosa por su belleza al punto que, en una oportunidad, llego a comentar que su hija era aún más bella que Afrodita. Afrodita se sintió insultada y quiso vengarse despertando deseos incestuosos en Esmirra hacia su padre. Al llegar la noche, Esmirra, se introdujo en el lecho de su padre, que había bebido en exceso y no sabía muy bien lo que hacía, hizo el amor con él y quedó embarazada. Más adelante su padre descubrió que era padre y abuelo del hijo aún no nacido de su hija y esto lo llenó de ira, al punto de querer matar a Esmirra, a quien comenzó a perseguir armado de una espada. Alcanzó a su hija en la cima de una colina pero allí Afrodita se apiadó de Esmirra y la transformó en un árbol de Mirra.

De este árbol de Mirra nació Adonis y Afrodita lo ocultó en un arcón y el pidió a Perséfone que lo guardara en un lugar oscuro. Perséfone tuvo curiosidad y abrió el cofre y encontró allí a Adonis. Era tan bello que decidió criarlo. Cuando Afrodita se enteró, bajo al inframundo para reclamarle a Perséfone por Adonis pero ésta no quiso cederlo a la diosa del amor porque ya lo había hecho su amante (las cosas pasaban bien rápido entonces). Perséfone, dándose cuenta que Afrodita también quería llevar a la cama a Adonis, elevó la cuestión a Zeus. Este dictaminó que ambas tenían derecho sobre Adonis pero que, también, había que darle una tregua a las demandas amorosas de las diosas y estableció dividir el año en tres partes iguales: Adonis estaría una parte con Afrodita, otra con Perséfone y otra solo para recibir un merecido descanso.

En una versión Adonis se quedaba por propia voluntad con Afrodita el tiempo que tenía para estar solo pero, en otra, más probable, Afrodita, valiéndose del ceñidor mágico persuadió a Adonis de quedarse más tiempo con ella. Ya sabemos lo que esto ocasionó: Perséfone se dejó llevar por los celos y el agravio y le contó a Ares que ahora Afrodita prefería a Adonis antes que a él. Entonces Ares se transformó en un jabalí y persiguió a Adonis, que estaba cazando en un bosque, hasta matarlo a cornadas.

Conclusión

Padre y Esposo Patriarcal, la esencia de la Danza de Adán que se relaciona con este arquetipo provee al hombre una regulación en sus excesos, en especial en el plano amoroso pero, en sí, da proporción a sus conductas. A los varones tímidos les da coraje para enfrentar al otro sexo y expresar sus sentires y a aquellos que la lujuria los tiene a mal traer les ayuda a comprender los motivos de su adicción. Desarrolla la capacidad de conciliar, negociar y reparar, así como, aprender a vivir sin máscaras sin, por ello, dejar de lado la amabilidad y la gentileza.

En las mujeres esta esencia ayuda a poder elaborar y soltar relaciones tormentosas en las cuales se encuentran prisioneras, a sanar las heridas de abuso y violencia sexual masculina que hayan atravesado, a salir de la dependencia y no reincidir en la elección de hombres patriarcales que las colocan en el lugar de ama de la casa pero que las descalifican como mujeres.

Es posible que Zeus haya sido un gran amante. Promiscuo lo fue, pero no estoy seguro de que bueno. A veces, me pregunto porque las Diosas que sabían del amor, como Afrodita, se alejaban de sus parejas divinas y adoptaban a hombres como amantes. Ellas sabían algo que muchas mujeres ignoran: el hombre quiere lo mismo que una mujer, ser amado. Y al colocarse ellas, por un tiempo, en ese lugar de mujeres que desean, dejando de lado ceñidores o cualquier otro recurso que les diera poder especial, sentían esa falta que solo el amor puede colmar.

Zeus se apasionaba pero no creo que amara, vivía del placer de lo que sus amantes le hacían o del que le daba imponer su fuerza para obtener la apertura de una vagina. Esta esencia enseña a los hombres a amar a la mujer por lo que ella es, no por lo que hace, a respetar sus anhelos y a no descalificarla por temor al poder que de ella emana.

Así como Hades, la sombra, nos lleva a un viaje por el mundo de las profundidades del Ser, de lo personal y de lo colectivo, a la conexión con la totalidad desde la oscuridad, Zeus nos empuja a explorar nuestro Ego, aquello que instalamos como el poder soberano de nuestra vida. Pero, además, sus símbolos –águila, roble, rayo- indican otra dirección de indagación interesante: libertad, fortaleza, poder personal.

Un hombre es libre cuando ha sido competente como para romper su dependencia del Complejo Materno, fuerte para ser capaz de sentir intensamente y apoderarse del poder de su propio destino. En algunas cosas de todo esto, Padre y Esposo Patriarcal, hace su efecto.