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Evelyn Varney (nacida Bach), una mujer singular.

Evelyn Varney (nacida Bach), una mujer singular.

Autor: Eduardo H. Grecco y Amparo Treig

email: eduardohgrecco@gmail.com

Queridos todos:

Vamos a hacer un alto en Water Violet para compartirles un trozo de la vida de la hija del Dr. Bach, una mujer muy especial.

Eduardo.

“Entrevistador: ¿Se encuentra cómoda?»

Evelyn: Si, sí, tu solo pregúntame lo que piensas y no esperes que sea o haga algo que no soy. Solo voy a responder directamente.”

Así encara la entrevista Evelyn. Una entrevista que le realizaron en mayo de 1994 y que su familia nos ha cedido generosamente para que sea ella misma quien nos narre y transmita su esencia. Y es que no podía ser de otro modo porque así era Evelyn. Porque así ES su alma.

Hija de padres poco comunes para su época, Evelyn fue una persona preparada por la vida para nunca bajar los brazos ante las adversidades. De manos generosas siempre abiertas para ayudar, líder en su círculo cercano, poseedora de un temperamento intenso, un decir directo y contundente, y un espíritu cuestionador y emprendedor, ella merece ser recordada por sí misma y no a través de quien fuera su padre.

Edward Bach tuvo dos hijas: Evelyn y la Terapia Floral y, en ambas, se refleja mucho de lo que él fue. Pero no se trata aquí de saber más de Bach gracias a conocer a su hija biológica. Por el contrario, la intención que nos alienta es hablar de quién fue Evelyn Varney por ninguna otra razón más que por ella misma.

Hemos tratado de construir su imagen desde un lugar muy amoroso a partir de su propia voz y la de su familia. Y es que, por un misterioso motivo que nos cuesta poner en palabras, hemos terminado enamorándonos de su persona y de su historia.

En la primera parte de este artículo, vamos a presentar el “genio y figura” de Evelyn y, en la segunda, dentro de unos días, relataremos una cronología de su vida con varios comentarios aclaratorios sobre los hechos y lugares que se mencionan.

Evelyn en la mirada de su nieta Caroline:

“A mi abuela le encantaba estar ocupada. Cuando éramos niñas mi hermana y yo, nos enseñó a pintar con acuarelas, nos invitaba a cocinar, nos llevaba en el bus a hacer las compras, le ayudábamos en el jardín y entregábamos la revista de la iglesia (aun y cuando, ella era atea por estas fechas).

Ella era muy sociable y tenía un montón de amigos a los que visitaba. Le fascinaba jugar al bingo y organizaba un encuentro semanal de «Whist Drive» (una suerte de juego de cartas muy común en Gran Bretaña, originario del S. XVII)

La veíamos a veces entre semana y, siempre, los domingos, muchos de los cuales, venía con nosotros a la playa. También pasaba las vacaciones con nosotros.

Tenía un carácter fuerte; le gustaba decir las cosas claras y directas. Como era de esperar, esto causaba a veces ofensa y desconcierto en los demás. Más allá de esto, le gustaba mucho ayudar a todo el mundo

No manifestaba fácilmente sus emociones; lo que sí hacía era demostrar cuando no estaba contenta con algo o con alguien. No era una persona que llorara con facilidad; más bien parecía dura en esto. Una vez le dijo a mi padre Richard (su hijo), que guardara compostura, cuando derramó alguna lágrima en el funeral de la abuela Kitty.

Tengo la impresión, de que ella aprendió a suprimir su tristeza. Tal vez, en el internado era muy duro mostrar las emociones frente a las otras chicas. También creo que debió sentirse abandonada por sus padres y aprendió a no mostrar su preocupación o molestia por esta circunstancia.

Cuando Clifford, su esposo, murió, el doctor le dijo que más valdría que se recompusiera, porque tenía dos hijos a los cuales cuidar. Nunca habló mucho de su marido, pero en su casa, siempre mantuvo la fotografía de bodas, además de llevar una fotografía de él con uniforme.

Mi abuela era una ávida lectora, ella coleccionó todos los libros de Agatha Christie y amó la ficción criminal, leyendo fácilmente alrededor de 6 libros a la semana de su biblioteca local. Manejaba los periódicos a diario y se mantenía al día con las noticias y el deporte. Era una espectadora ruidosa y estaba fascinada por el tenis de Wimbledon, el rugby, la regata y el Grand National. La comida desempeñó un papel importante en su vida. Incluso cuando vivía sola, preparaba la mesa y servía una comida para ella. Siempre desayunaba, a menudo, un desayuno con jamón, salchichas o champiñones y, a menudo, tostadas y mermelada más una taza de té. Mi abuela siempre tenía el armario de ropa lleno y muy ordenado y mirando hacia atrás en la historia era un símbolo de una buena familia.

Ella supo solamente del trabajo de su padre por un programa de la TV a mediados de los años 80. Al instante reconoció al hombre del que estaban hablando como su padre y se sorprendió por el desarrollo de su trabajo y el interés que la gente tenía en él. Durante los últimos 7 o 10 años de su vida, mientras convivía con la demencia, todavía escribía en sus diarios y cuadernos. A veces sentíamos que había vuelto en su mente a sus días de escuela y, en algunas ocasiones, la oíamos preguntar dónde estaba su padre o lo que su madre estaba haciendo…….”

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Trozos de un diario.

Evelyn escribió un diario sobre su vida que aún no se ha publicado y que esperamos hacerlo pronto. De sus páginas hemos extraído algunos párrafos que nos parece importantes compartir para que se pueda visualizar el perfil de Evelyn con mayor nitidez.

“El primer recuerdo vívido que tengo es el de la casa de padre en Birmingham: una casa bastante grande, austera y vieja, en Moseley; tenían unas cortinas pesadas de terciopelo de color rojo oscuro que no dejaban pasar la luz, unos muebles oscuros, incómodos y relucientes, y siempre había un silencio sepulcral por todos los rincones. Sus padres eran unos baptistas muy estrictos, una gente muy pulcra, y tuvieron tres hijos: Edward, mi padre, Charles, que acabó siendo abogado, y Edith. Fueron educados para seguir las normas e incluso sus amigos se tenían que comportar excepcionalmente bien en esa casa.”

“De Edward, mi padre, el hijo mayor, se esperaba que entrara a trabajar en el negocio familiar. Así que, en contra de sus deseos, le hicieron jefe de la fundición de latón y durante una época, todo fue bien, hasta que pensó que los hombres que trabajaban para él estaban muy mal pagados y decidió subirles el sueldo sustancialmente. El abuelo se molestó mucho y decidió que dejaría que su hijo estudiara medicina, una carrera que había querido hacer desde que había dejado el colegio; si no, acabaría arruinando el negocio familiar. Así empezó su carrera profesional y acabó convirtiéndose en un reconocido cirujano en la clínica de Harley Street. “

“Primero vivieron (se refiere a sus padres) en una casa en Pinner y después en una torre en Chorley Wood. Mientras estaba en construcción, invitaban a sus amigos a hacer picnics entre los andamios e incluso en el tejado —tengo muchas fotos de ellos sentados en tablones en el tejado conmigo, que debía tener unos tres años. Qué cosas tan extrañas nos gustaban cuando era pequeña. La torre era luminosa y espaciosa, con un gran jardín. Como mi padre tenía que ir a la clínica cada día, teníamos un jardinero que se llamaba Burrell, y yo tenía una niñera que se llamaba Jane, y acabaron enamorándose y casándose. El camino hasta la casa era muy largo y después de que nos entraran a robar padre pidió una licencia de armas y cuando finalmente consiguió un arma se sintió valiente y, por extraño que parezca, ya no sufrimos ningún otro robo. Creo que los gatos abandonados fueron los únicos a los que llegó a asustar.”

“Otro recuerdo de esta época es el de ir al hotel Connaught Rooms a comer. Mi madre y yo solíamos subir a Londres y encontrarnos con mi padre allí. Mis padres siempre me trataron como a una adulta y me permitían escoger los platos que quería. En esa época parece ser que teníamos mucho dinero. Vivíamos bien, siempre estábamos haciendo cosas y disfrutábamos de unas maravillosas vacaciones por la costa sur.”

“Mi madre nunca aprendió a cocinar. Poco después de casarse, alguien le regaló un pollo y ella lo puso directamente en el horno, con la cabeza y con todas las tripas aún dentro. Como resultado, padre contrató una cocinera/ama de llaves y así nos ahorramos más desastres. Sólo dios sabe todo lo que hacían la cocinera, el jardinero y mi niñera en nuestra —no muy grande— torre, básicamente porque ninguno de nosotros solíamos estar por allí mucho tiempo. Mi padre subía en tren hasta el número 82 de Harley Street, donde tenía el consultorio. Pero a pesar de su sueldo de más de cinco mil libras al año, que en los años veinte era mucho dinero, de repente decidió dedicar su tiempo a la homeopatía, interés que se le despertó de golpe. Así que dejó la consulta, dejó atrás sus intereses masónicos, vendió la torre y se fue. Todavía no sé adónde se fue. De repente me encontré abandonada en un internado en Eastbourne.”

(Continúa)