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  • Diplomado Terapia de Regresión
  • Terapia Floral – Supervisión de casos clínicos

Inestabilidad emocional, menopausia y flores

Inestabilidad emocional, menopausia y flores

“¿Que si me pongo irritable los días antes de mi regla? Mira, ¡Hulk no se compara conmigo!”

“Ya no sé ni lo que me pasa, ayer dejé a mi hija olvidada en la escuela y recogí a mi mamá en su casa cuando no tenía que hacerlo”

“Siento pavor hasta de agarrar el coche y de tener que ir al super…”

“Doctora, aquí le traigo a mi mujer. Es una buena esposa: tranquila, contenta con su vida y su familia, cuida, cocina y limpia para nosotros, pero de repente le vienen sus días, y se pone como loca, le vienen ideas raras, no le gusta su quehacer y me dice que quiere dejarme y hacer su vida. ¿No me la puede arreglar?”

“¿Hombres? ¿Y quién los necesita? Prefiero un buen baño y un rico masaje a las demandas de mi marido….”

“No quiero saber de nada, y nada me interesa. Lo único que deseo es terminar con todo…”

“Lloro porque la mosca vuela o no vuela, solamente de pensar en eso se me llenan los ojos de lágrimas…”

“Estoy que ya ni yo me aguanto”

“Lilly, las flores que me diste no me van a llevar a separarme de José, ¿verdad? Mira… realmente lo quiero mucho y no deseo separarme…”

Estos comentarios fueron recogidos de algunas pacientes durante sesiones que he tenido en el último año. Miedos, angustias, depresión e irritabilidad aparecen en forma creciente justo los días anteriores a la regla.

El síndrome premenstrual es ampliamente conocido: cólicos, molestias en la cintura, cadera, dolores de cabeza, irritabilidad e hipersensibilidad son varios de los síntomas que presentan algunas mujeres durante su vida reproductiva los días antes de la menstruación.

Estos síntomas suelen seguirse presentando cuando la menstruación se vuelve irregular en la premenopausia, y aun después, cuando ya no se presenta. Aparecen cíclicamente, recordándonos que también el cuerpo tiene memoria y que durante años y años se presentaban justamente antes de la regla. En la mayor parte de los casos el período de la presentación de los síntomas se va haciendo mayor y los síntomas más intensos. Aun cuando las mujeres no hayan sufrido de síndrome premenstrual en su vida, durante el climaterio muchas se ven afectadas por cambios bruscos de carácter: surgen emociones fuertes e incontrolables desde lo más profundo de su ser.

Christine Northrup, afamada médica estadounidense, fundadora de “Women to Women”, un centro innovador de tratamiento integral a la mujer compuesto por médicas, como ella misma, antropólogas, psicólogas y sociólogas, y directora de la revista “Health Wisdom for Women”, ha expuesto una serie de nuevas ideas a este respecto en los últimos años en conferencias, seminarios y libros.

Según ella, la menopausia es parte de todo un proceso que se inicia en la concepción, pasa por las menstruaciones, mes tras mes durante años, y sigue posteriormente durante una buena parte de nuestra vida (un tercio, según las estadísticas sobre esperanza de vida).

La doctora Northrup señala cómo nuestra cultura considera molestos, asquerosos o dolorosos varios momentos del desarrollo del cuerpo como la menstruación, el parto, la lactancia y la menopausia. La menstruación, en particular, tan vinculada con la creación de vida, se valora como una maldición en culturas como la nuestra. Todos estos momentos son exclusivos de la mujer y, para Northrup, más bien momentos de sumo poder femenino.

60% de las norteamericanas sufren del síndrome premenstrual (SPM) y 80% de calambres premenstruales. Las estadísticas en nuestro país no son muy diferentes de estos porcentajes.

Días antes de la menstruación, algunas jovencitas, adultas y mujeres más maduras experimentan cambios de muy variada índole: pueden ser dolorosos calambres que tumban a algunas por días en cama, o hipersensibilidad, irritabilidad descontrolada, miedos difusos, etc…

Para Christiane Northrup estos cambios tienen que ver con la expresión de emociones reprimidas anteriormente y que solemos ridicularizar como “no me hagas caso… estoy en mis días”, “…es que me voy e enfermar…”, “ni me hables, porque mis hormonas están locas…”, y resulta que las primeras en no querer tomar en cuenta esas sensaciones somos nosotras mismas y hasta llegamos a pedir perdón por sentir esas emociones frente a los demás.

Se ha encontrado que los niveles de estrógeno y progesterona varían continuamente durante el ciclo menstrual y que por eso afectan el lóbulo temporal y el área límbica de nuestro cerebro, dando lugar a irritabilidad, ansiedad y a emociones volátiles, además de los extendidos síntomas físicos que se conocen. Las mujeres solemos no relacionar esto con nuestra propia vida, con el estrés contenido por el enojo, debido a la impotencia que hemos sentido principalmente por nuestras relaciones, nuestros hijos, y nuestras situaciones de trabajo, por ejemplo.

Varios estudios antropológicos de culturas primitivas han descrito cómo los ciclos menstrual y lunar están fuerte y estrechamente relacionados. Es bastante conocido cómo se relaciona el ciclo lunar con el ciclo menstrual. Cuando hay luna nueva es como si se iniciara la menstruación. En ese momento empieza una fase folicular, durante la cual la mujer se siente llena de inspiración, de actividad y de disposición a vincularse con el mundo externo. Es el momento más propicio para llevar a cabo nuevos proyectos. La creatividad femenina está en su apogeo durante la ovulación. En este momento es cuando la hormona foliculoestimulante FSH y la hormona luteinizante LH están en su punto más alto de producción. Con la luna llena empieza la fase lutéica y la necesidad de interiorización, de evaluación de lo hecho anteriormente y de procesamiento, y empieza la llamada etapa de la reflexión. Esta etapa es más pasiva e incita a la mujer a descansar y a tomar las cosas con más calma. Varios estudios han mostrado que las mujeres prefieren llevar a cabo rutinas poco exigentes e innovadoras. En esta fase, la mujer se prepara a desarrollar o dar a luz algo que tiene muy dentro. Poco antes de menstruar, todo aquello que se interiorizó previamente, sale a flote de una manera abrupta. Cuando una no toma en cuenta este momento, que es como un llamado a considerar ese proceso, sufre de diferentes síntomas, inclusive síndrome premenstrual (SPM).

Ya Benedek y Rubenstein describieron en un estudio en los años 30 cómo antes de la ovulación, cuando los niveles de estrógeno están altos, la conducta y las emociones de la mujer se dirigen al mundo exterior, mientras que en la fase premenstrual, cuando la progesterona está en su nivel alto, la mujer se enfoca a sí misma y se involucra en actividades más orientadas hacia ella misma.

Lo que la cultura no respeta y, por lo contrario, parece que maldice, es aquello que tiene que ver con la segunda parte de nuestro ciclo, ya que debemos lucir, trabajar, ser eficientes y productivas al 100% como siempre; no podemos tomarnos las cosas con calma, o ponernos a meditar. Como en estos días predomina lo emocional interno, subjetivo, personal, de tipo femenino o lunar, que se expresa en sueños, deseos y emociones, y no es racional, las mujeres solemos despreciar esos sentimientos. Por eso en este segundo período todo lo que no funcionó anteriormente surge como síntoma corporal. De esa manera el cuerpo nos ofrece la oportunidad de hacer cambios. Así que las cosas que las mujeres sentimos durante los días premenstruales tienen siempre su base real, y siempre significativa. No son invenciones femeninas hormonales que nada tienen que ver con nosotras. Surgen de nuestro más profundo ser y toman voz porque las hormonas lo determinan. Cuando hacemos caso omiso a este llamado, la información reprimida no tiene otra posibilidad más que expresarse en síntomas o en SPM, así como en general el cuerpo muestra en síntomas de enfermedad las emociones no cuidadas.

Vistos de esta manera, nuestros síntomas, “molestias” e irregularidades aparecen mes tras mes como una cuenta atrasada de temas no resueltos que se han acumulado en nuestro ser.

La mujer promedio vive estos avisos hasta unas 500 veces en su vida. La adolescente empieza a percibir una serie de cambios en su cuerpo y mente debidos a fuertes cambios hormonales, que la llevan a su propio proceso de individuación psicológica –solamente hay que recordar la bien conocida “rebeldía” de los adolescentes-, con el que va a ir definiendo a la mujer que va a ser. En la menopausia, este proceso revive. No es raro encontrar mujeres que no lograron una individuación adecuada 40 años antes, y ahora intentan revivirla, buscando una mayor independencia e individuación, que afecta a sus parejas y a la sociedad que las rodea. Un ejemplo de esto es la opinión citada al comienzo de este trabajo, de aquel marido cuya mujer se le “aloca” y necesita que “se la arreglen”.

Así como el ciclo menstrual tiene sus momentos de intuición, creatividad expresa y reflexión, así también se compone el ciclo de la vida entera de una mujer, en donde los ciclos menstruales implican una sabiduría intuitiva cíclica, junto con un reciclamiento y procesamiento de emociones; el embarazo implica la fertilidad, la capacidad de concebir una idea y una vida con otro, compartir el cuerpo con él, nutrirlo y hacerlo parir; mientras que la menopausia puede ser un pasaje a la sabiduría reflexiva y abre la posibilidad a la mujer de aprovechar su propio conocimiento intuitivo.

Ahora bien, mientras durante toda su vida la mujer enfocó toda su energía en el cuidado de sus hijos y de su marido, no solamente determinada por la cultura, sino sobre todo por las hormonas mismas (Moir y Jessel, en su interesantísimo libro Brain Sex The Real Differences between Men and Women, demuestran estas diferencias en el cerebro y sus repercusiones en las hormonas) Durante los días críticos premenstruales y en la menopausia tiene la oportunidad de retomar sus propias pasiones y necesidades, que antes generalmente había relegado en favor de las necesidades inmediatas de los que amaba. Es decir, si antes de la menopausia su vida, su conducta y metas se definían en función de su familia, durante su menopausia, vista como etapa de interiorización y reflexión, es su esencia interior, su “self”, su “yo misma” la que la demanda.

Esta demanda se hace más constante y fluida, probablemente debido al flujo constante de FHS (hormona folículoestimulante) y LH (hormona luteinizante), que en este período tienen un nivel constante y alto.

Los síntomas menopáusicos son una combinación de los niveles hormonales, la química cerebral y la situación de vida de la mujer.

El hipotálamo regula la producción de hormonas y es a su vez regulado por ellas, entre ellas están la FSH y la LH, la GnRH (hormona liberadora de gonadotropina), el estrógeno y la progesterona. Actúa además con los andrógenos, DHEA (dehidroepiandrosterona), la testosterona, la norepinefrina, la dopamina, la serotonina y los neurotrasmisores que regulan el humor y que son afectados asimismo por los pensamientos, las creencias, la dieta y el ambiente.

Cuando la hormona foliculoestimulante y la hormona luteinizante se hallan en su punto más alto durante la ovulación, es cuando una cree que se está volviendo loca. Y en la menopausia, el flujo de estas dos hormonas es constante y relativamente alto.

Además, en este momento, el cerebro femenino sufre de cambios en el área del hipotálamo donde se produce la hormona liberadora de gonadrotropina, misma área en la que se experimentan y se expresan emociones como el enojo. Las moléculas de estrógeno y progesterona se fusionan en el hipocampo y la amigdala, áreas que son importantes para la memoria, el hambre, el deseo sexual y el enojo. Los cambios de nivel de estas hormonas reviven viejas memorias, acompañadas de fuertes emociones, en particular el enojo.

En lugar de confrontar estos sentimientos, las mujeres, así como la gente que nos rodean, preferimos reconfortarnos “porque lo que sentimos es feo y no conviene que lo sintamos” (sobretodo para los demás).

La salud o el bienestar en estos momentos pueden tratarse por medio del reemplazamiento hormonal, por hormonas naturales, ejercicio, dieta o medicina alternativa o complementaria.

Y es aquí justamente donde las Esencias Florales son extraordinarias, ya que se ha venido demostrando que su naturaleza energética actúa tanto en el nivel biológico, como en el anímico. Su principal beneficio, tal como lo experimentamos, es el ayudarnos a reconocer nuestras necesidades, deseos y proyectos, así como a conectarnos con nuestro “self”, con nuestra “yo misma”, y recuperar la sabiduría de quiénes somos y qué queremos hacer con nosotras mismas.

He venido dedicándome a la terapia floral de pacientes menopáusicas desde hace tiempo. La experiencia con ellas me llevó a la necesidad de tomar en cuenta el ciclo de menstruación: ¿cómo se encontraba mi paciente “antes” y “después” de la regla? Cuando la veía “antes de la regla” expresaba sus emociones más profundas e interiores; cuando la veía “después de la regla” expresaba sus preocupaciones y emociones más bien definidas por las necesidades del exterior y de los demás. No quiero decir que una clase de emociones invalide a la otra o sea incongruente con ella. Lo importante es tomar en cuenta aquello que surge en los días anteriores a su regla e irlo tratando de una forma moderada y gradual en el proceso terapéutico, para que la paciente lo pueda integrar a su vida; para que no lo sienta amenazante en su vida actual en relación con los que la rodean. Las esencias florales le permiten definir por sí misma cuando y cómo quiere modificar su vida, si es eso lo que desea interiormente.

Por estas razones empecé a administrar dos compuestos florales: uno debía de tomarlo la paciente todo el tiempo. Está compuesto por remedios que tienen que ver con su personalidad, caracterología y problemática general. El otro, debía tomarlo cuando empezara a sentir la próxima regla. Éste se destina básicamente a estabilizar (no aniquilar) su estado emocional y hormonal general y a trabajar las fuertes emociones que se producen en esos momentos. De partida, en términos general la fórmula se basa en Walnut y Scleranthus. A algunas mujeres a esto le sumo alguna esencia floral que le ayude según sus síntomas, actitud y expectativas.

Un aspecto de la terapia que me resultó muy útil fue pedirles a las pacientes un diario de sus emociones y sueños en relación con los acontecimientos que vivían; asimismo debían incluir en él las fechas de su ciclo menstrual, aún en los casos de aquellas cuyo ciclo empezara a ser irregular. Como dije en un principio, el cuerpo tiene una memoria que registra los ciclos durante la menstruación y los reproduce aún después de que ya no se presente. Ese diario me ayudó a definir de manera más precisa los remedios que habrían de resultar más eficaces en cada caso.

En una investigación que hice con pacientes climatéricas obtuve resultados con este tratamiento floral que redujeron la ansiedad, la depresión y sus síntomas físicos.

Para terminar, quiero subrayar la necesidad de tomar en cuenta el ciclo menstrual en el tratamiento floral de la menopausia, que algunos terapeutas, sobre todo los hombres, suelen desestimar: todas las mujeres estamos sujetas a los cambios hormonales y a las experiencias vitales relacionadas con ellos. Invito a todos a preguntar a sus pacientes cuándo tuvieron su menstruación, y no me asombraría que encontraran que muchas de sus pacientes piden auxilio y van a su primera sesión cuando están a punto de reglar.

BIBLIOGRAFÍA

  • MOIR, Anne y David Jessel, Brain Sex. The Real Difference between Men and Women, Delta, N.Y., 1992
  • NORTHRUP, Christiane, Women ´s Bodies, Women´s Wisdom, Bantam Books, N.Y., 1994.
  • NORTHRUP, Christiane, The Wisdom of Menopause, Bantam Books N.Y., 2001.
  • RODRíGUEZ, Segismundo, Salud en el climaterio y menopausia. “Una visión al futuro”, Ediciones Dabar, México, 1997.