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Un vagabundo llamado Bach

Un vagabundo llamado Bach

Autor: Eduardo H. Grecco y Amparo Treig

email: eduardohoraciogrecco@gmail.com

Queridos amigos:

Aquí les entrego este artículo escrito con amor.

Tal vez les mueva muchas cosas y los enfrente a un Bach desconocido o poco habitual. Solo hay que abrirse a la resonancia de lo que dice, sin juzgar, sin evaluar, solo comprendiendo que, en los seres humanos, junto a nuestras grandezas conviven las miserias. Lo significativo es lo que hacemos con ellas.

Como enseña el Evangelio “Quien soy yo para juzgar a mi hermano.”

Un vagabundo llamado Bach

Por Eduardo H. Grecco y Amparo Treig

Hemos leído, varias veces, el enternecedor diario personal de Evelyn Bach.

Cada línea, cada palabra, cada situación vivida y narrada por Evelyn, describen la herida del padre ausente. Esto nos coloca ante una circunstancia singular: tratar de comprender la grandeza de un hombre en su supuesta única misión de vida, y su miseria como progenitor. Y, hablamos de supuesta misión porque, ¿acaso no podría haber formado parte también de su misión de vida el acto sagrado de la paternidad?

Entender la dificultad de un ser humano para integrar estos aspectos de la experiencia masculina y declinar uno para poder seguir el otro. La historia está llena de grandes hombres que, al mismo tiempo, fueron padres insuficientes o lejanos. No se trata de condenar o justificar, aquí, una conducta, en este caso la de Bach, solo queremos narrar una historia y entretejerla con un descubrimiento.
Hemos visto varias fotos de Bach con su hija y de su mirada y posturas no se desprende otra cosa que ternura. Esto era nuestro imaginario, hasta que nos topamos con el relato de su hija.

No estamos diciendo que Bach no amara a su hija, solo queremos traer a la historia como ella veía a su padre. Incorporar la otra mirada de quien, desde el lugar de niña, guarda la huella de un olvido que esta preñado de memorias. Tampoco relegar el hecho de que ambos vivieron en una época en la cual los padres no tenían muy en cuenta a los hijos como almas libres. Y, entonces, con esa nueva luz ver, por ejemplo, como las afirmaciones de Bach en “Cúrate a Ti Mismo”, sobre la función paterna cobran un nuevo significado o bien como, el cuento de Mary Tabor sobre ese médico casi vagabundo en la taberna que curaba con las manos, se ilumina.
Intentemos penetrar en la complejidad de una circunstancia que amerita lecturas diversas según donde nos coloquemos.
Es claro que, para cualquier persona, es muy arduo desplegar todo el talento de que dispone, hacer de sus defectos virtudes, realizar su vocación de vida, aprender las lecciones que su alma demanda y caminar por el sendero que le toca transitar. Se escribe en tres renglones pero se necesitan muchas existencias para lograr esto que, el hinduismo, al cual era tan afín Bach, nos plantea como el sendero a transitar. Y, una de las cosas que hay que hacer para avanzar en ese camino, es liberarnos de gravedad de los patrones infantiles que impiden alcanzar la individuación, es decir, la integración madura de todo lo que somos.
Entre las diversas fuerzas masculinas hay una que es esencial a todos los hombres y que incluye en su seno la función paterna. La tarea central de este arquetipo es ayudar a los hombres a vivir de acuerdo al orden correcto. En ese sentido, es posible decir que, el padre, se constituye en el mundo de los hijos en aquel que trae normas, autoridad y dirección pero, en especial, el que les facilita su salida de la placenta emocional de la madre, para integrarse a un mundo más amplio que el familiar.

También, es el primer hombre en la vida de una hija. Y, hay que comprender que, en todo padre, está presente una memoria constelar de lo que es ser padre y, si esto fue conflictivo, como lo fue en Bach con su padre, tal situación tuvo que tener repercusiones significativas en la construcción de este rol.

Además, hay que agregar que, al parecer, desde el nacimiento de Evelyn hasta los cinco o seis años, es decir hasta 1922, Bach estuvo medianamente presente en la vida de su hija aunque no siempre convivió con ella. Tal vez, en ese año, se produce una ruptura definitiva en la relación de Bach y su esposa Kitty, que coincide en el tiempo, con la aparición, en la historia de Bach, de Nora Weeks (aunque para algunos esto sucede en 1929), y Bach pareciera que desaparece del mundo de su hija por largos espacios de tiempo.

Así, en otra oportunidad, hemos publicado un artículo sobre un paseo al zoológico al cual Bach llevo a su hija y que esta disfrutó mucho con un hombre al cual “nunca llegue a conocer realmente.”
En este texto queremos comentar otro párrafo del diario personal de Evelyn Bach.

«Un día volví a casa del trabajo y encontré a mi madre en un estado de perturbación, le pregunté qué había pasado. Creo que fue hacia el mediodía que había oído a alguien que llamaba a la puerta, fue a abrir y se encontró a un vagabundo, o a alguien parecido a un vagabundo, allí delante de ella. Resulta que era mi padre. Había venido a preguntar si podía volver a vivir con nosotras, quería ayuda. Ella le dijo que no quería que volviera, que estábamos muy bien allí, que las dos ganábamos dinero y que él no se había preocupada para nada por nosotras durante años. A lo mejor no hizo lo correcto, a lo mejor fue cruel, no la pienso juzgar, pero él se fue y dos años más tarde, en 1936, un doctor se puso en contacto con mi madre para decirle que mi padre había muerto.»

En una entrevista que se le hace a Evelyn, que tenemos grabada, y que sucedió a posteriori de haber escrito su diario personal, se refiere a este mismo evento con algunos cambios: (la B corresponde a Bobby, el sobrenombre de Evelyn)

“B: Estábamos en la casa, yo estaba arriba y tocaron a la casa y mi madre abrió y estaba este vagabundo rogándole que lo aceptara de nuevo y lo dejara vivir con nosotros, estaba todo sucio y sin bañarse y ella le dijo que no, no sé qué le dijo exactamente pero sé que lo rechazó. Yo no le pregunte mucho a mi madre porque yo no tenía interés en saber de él ya que él nunca se interesó en saber mucho de mí. Yo debía haber tenido como 19 cuando le pregunte a mi mamá
A: 18 iba a cumplir 19
B: Si, sí
A: Aparentemente él no estaba muy bien por esa época
B: Si debía estar muy desesperado y necesitaba algún sitio donde vivir, no tenía dinero y pensó: bueno volveré donde Kitty, lo cual me parece una propuesta poco coherente por su parte, ¿no crees?”
A: No sé, quizás pensó que lo perdonaría, quien sabe lo que alguien piensa cuando está desesperado… Y, alrededor de esa época le pidió un préstamo a los Masones y, los datos muestran que él se encontraba con problemas económicos.”

En otro tramo Evelyn, refiriéndose a su padre comenta algo despiadado en conexión con un grupo masónico al cual Bach se había afiliado: “Cuando estas solo y eres egoísta y estas por ti solo, y necesitas ayuda, te inscribes y buscas consuelo en lo que sea y creo que fue lo que paso al final.”
Lo primero que queremos traer a colación es el relato de un cuento de Mary Tabor, tomado de su libro “Fiel a Ti Mismo”, en donde aparece Bach escondido bajo el nombre de Dr. Davidsson. El relato de Mary y el de Evelyn se refuerzan mutuamente. Leamos:

“El tipo del rincón permanecía sentado muy quieto, escondido en la sombra de la lámpara. Las lágrimas rodaban por sus mejillas inadvertidamente. Revivía los días pasados, cuando lleno de un deseo ardiente, de un gran fuego en el alma, se había marchado porque esperaba ayudar a la humanidad.
Curar, curar, ése era su gran deseo. Lo había sentido con frecuencia en sus manos cuando estudiaba en el hospital, mientras se ocupaba de los enfermos y del sufrimiento. Pero siempre, siempre, le eludía. No conseguía hacerlo y la medicina había fallado totalmente, tantos habían muerto en agonía.

Era demasiado para él y a medida que pasaron los años buscó refugió en la bebida contra ese sufrimiento de la humanidad. No podía soportar esa tortura él solo.

Le caían las lágrimas y sollozaba silenciosamente. ¿Cómo había llegado a esto? Un borracho expulsado de la profesión; mucho tiempo antes se había retirado al exilio, excomulgado por el Consejo Médico. Sus sueños, sus grandes y gloriosos sueños, todos desvanecidos, todos pisoteados.”

Según parece, el regreso de Bach al que alude Evelyn, sucede en 1934, tal vez en el verano de ese año, y en esa época, o poco antes, Bach había está elaborando Wild Oat.

Si miramos este remedio y pensamos trasladar su acción a un posible estado emocional de Bach, podríamos aventurar la idea que Bach había perdido la ambición, la voluntad de realización necesaria para seguir adelante y se encontraba extraviado, como Odiseo al salir de Troya, en el embrollo material de la existencia, atrapado en la pérdida de sus sueños, decepcionado, insatisfecho, perdido ante un laberinto de vivencias del cual sentía que no podía salir. Y, como Odiseo, necesitaba encontrar un mapa para poder regresar a su camino, que tal como ocurre con el héroe griego, es un don que solo está en las manos de una mujer.

Circe, que vivía en la isla Aurora, la aurora que inicia por oriente, y es, por lo tanto, la que orienta y da puntos de referencia, fue para Odiseo el GPS en su desorientación. Tal vez, entonces, Wild Oat reorientó la brújula de Bach encaminándolo hacia Kitty y, quizás, más específicamente hacia Evelyn. Pero Bach, no pudo persuadir a Kitty. Tal vez ella no era Circe ni tenía porque serlo. Es interesante que, poco después, según nuestra cronología, Bach se instalara en Wellsprings en la casa de Mary Tabor.

Es posible que fuera Wild Oat el catalizador de un intento de Bach de regreso “al hogar” o a su misión de vida, “su otra misión de vida”, y a ocupar su función paterna.

Hay un contexto bien complejo de la relación de Bach con su padre y su lugar de padre. Es bueno desnudar esta historia y darle una respuesta comprensiva. Ver al hombre con sus elecciones, ver a una hija que solo le hubiera interesado tener un padre, un padre que pierde a su hija por su misión (en el mejor de los casos, aunque la hija pensaba que era culpa del alcohol, el cigarrillo y las mujeres)…

Sigamos meditando, sigamos indagando.

Lo que nos queda claro, es que, Bach, amo a su hija. Aunque ella pudo haber sentido falta de amor, la verdad es que cada quien ama como sabe amar. Para Chicory, primero están sus afectos, su tesoro es su familia y para Vervain primero esta su misión y su legado, otro tema presente, por cierto, en Wild Oat. Y, ya sabemos que, allí donde esta nuestro tesoro, esta nuestro corazón. Esto no significa que sea un mal corazón, solo un corazón que late como sabe latir.
Antes de morir Bach escribió una carta a Mary Tabor. En uno de sus párrafos dice: “He pensado en mi hija y en todos los seres que amo y el servicio del cual la Divinidad, por razones que no explico, me aparta. El Reino de los Cielos no está en la palabra sino en la pureza del alma que deriva del servicio y la compasión.”

También nos queda claro que mucho de lo que la hija de Bach comenta, desde sus sentires, pasa por la mirada que su madre tenía de su padre. En tramos del diario y del video, Evelyn, comenta que no sabe mucho sobre su padre pero si se evidencia que esta resentida con él. Al margen del decir de ella, la clínica enseña que mucho de aquello que una hija cuenta de su padre son los relatos de la madre.

Hombres y mujeres funcionan de un modo diverso en relación al amor de sus hijos. Las madres aman a sus hijos de un modo natural por el solo hecho de ser sus hijos pero, también, por el refuerzo de las hormonas de vinculación mediante las cuales los bebés garantizan ese amor necesario de su madre para sobrevivir.

Los padres, en cambio, edifican el amor a sus hijos por intermediación del amor a la mujer. Entran en el mundo de sus hijos a través del deseo, la mirada y el amor de la madre. Esto implica que un hombre, cuando ama a una mujer, es capaz de conectarse con sus hijos gracias a la vía materna. Si esta facilitación no está presente, pareciera como si el hombre fuera incapaz de construirla por sí mismo o que la dificultad para hacerlo se acrecienta. ¿Se amaron realmente Edward y Kitty? ¿Vivieron juntos solo por la necesidad de la existencia de una hija?

También, es cierto que cuando un hijo llega a la adolescencia las cosas cambian y el padre puede construir con ellos una relación con independencia de la madre y, en ese sentido, parece que Bach fracasó en esa labor o no le interesó llevarla a cabo. Es como si le hubiera costado armonizar el ser padre con el mantener relaciones de pareja con otras mujeres diferentes a la madre de su hija.

En los años 20 Bach se fue a vivir por un tiempo con otra mujer y, Evelyn, alude a que siempre las mujeres fueron un problema para Bach. ¿Habrá sido así? Sin embargo, es maravilloso como un hombre con esos procesos a cuesta sobre sus hombros, fue capaz de edificar una obra de la naturaleza de la Terapia Floral.

Pero, tampoco podemos evitar preguntarnos qué nos hubiera legado si él, también, hubiera considerado su lección de vida el ocupar esa ausencia grabada en el alma de su hija. Ser el padre amoroso y dador de libertad que emana de esas fotos y de sus textos y también el fundador de un sistema de curación sin precedentes.

Por ahora, dejamos aquí nuestra labor periodística.
Agradecemos a Berta Creus la traducción al castellano de este retazo del diario de Evelyn Bach y a Inés Grandes del tramo del video, en el cual, se le realiza una entrevista a la hija de Bach.