• slider1
 
  • Diplomado Terapia de Regresión
  • Terapia Floral – Supervisión de casos clínicos

Reflexiones sobre Impatiens.

Reflexiones sobre Impatiens.

Autor: Eduardo H. Grecco

email: eduardohgrecco@gmail.com

Nos encontramos al igual que Bach en el comienzo de un trabajo. El de él, mucho más complejo y desafiante que él nuestro. Una real aventura de descubrimiento, un hallazgo revolucionario y cuestionador que aportó un valor significativo a la historia del arte terapéutico.

La tarea de nosotros es un emprendimiento mucho más modesto, destinado a intentar descifrar los algoritmos no manifiestos de la obra floral de Bach. Una labor que comienza con un remedio que buscaba aliviar y sanar el dolor. Es decir, un inicio que toma en cuenta la experiencia de partida de los seres humanos al nacer: dolor. “La indicación para su uso, es un dolor penosísimo y muy agudo, no importa la causa…” (Bach).

El dolor, en general, se entrelaza con el trauma de la experiencia de pérdida del cuerpo de la madre. Una huella que queda grabada, en nuestro organismo, como una marca crucial que cincela el modelo de toda pérdida posterior. Claro está que, el dolor, también, había sido un compañero de vida para Bach. De modo que, nada del dolor le era ajeno, una experiencia que lo cortejó desde el nacimiento hasta el final de sus días.

Nora Weeks, da testimonio de esta circunstancia en varios lugares. Cuenta, por ejemplo, que Bach le comentó en una oportunidad: “Durante toda mi vida mi cuerpo ha sufrido de alguna forma de dolor y de la incomodidad y la pena”. Dante Alighieri, escribió “Quien sabe de dolor, todo lo sabe.” Y, sin duda, y aunque no es necesario pasar revista a los que Bach padeciera, que fueron muchos, cuando uno estudia el remedio floral Impatiens, a la luz de la vida de su descubridor, puede decir aquello de que “Todo hombre se parece a su dolor.” (André Malroux). Un dolor que fue guiando a Bach hacia su destino, un dolor que actuó en él como una “medicina” que le ayudó a labrar su camino y llevar a cabo su vocación.

El 4 de agosto de 1935 Bach escribía en unas de sus libretas lo siguiente: “Ningún hombre sería un líder entre los demás por un período de tiempo a no ser que fuera más experto que sus seguidores en su rama especial de conocimiento; ya sea en el ejército, en el arte de gobernar o en lo que sea. Por consiguiente, esto significa que para ser un líder a pesar de los problemas, las dificultades, la enfermedad, la persecución, etc., el líder debe tener un conocimiento mayor, una experiencia más íntima, Dios lo quiera, que la que sus seguidores deban soportar jamás,”. En buen romance, Bach nos está diciendo que, para ser terapeuta, hay que saber del dolor. Tal vez, él se encontró ante la disyuntiva de aceptar, vivir y aprender del dolor o anestesiarlo y opto por lo primero, casi como una decisión existencial, sin quejas o resistencias. “Si tuviera la posibilidad de elegir entre la experiencia del dolor y la nada, elegiría el dolor.” (William Faulkner).

Bach comenta en 1934 que las personas Impatiens son “…irritables, malhumoradas, displicentes, impacientes.”, pero, sin duda, un rasgo singularmente importante en ellas es que, “…prefieren trabajar y pensar solos, de modo que puedan hacerlo todo a su propia velocidad.” Es decir, que optan por alejarse de la gente. Y, esta cita de Bach, viene a colación del hecho que, el dolor, es una experiencia que provoca que aquel que lo padece, se cierre y encoja sobre sí mismo y busque apartase del mundo y de los otros.

Este repliegue natural que genera el dolor, va acompañado de otra reacción congruente con Impatiens: mientras dura, la persona se ciega en torno de su existencia, nada hay más en su vida que el dolor, se intenta que todo se acelere, que el sufrir pase rápido. Sin embargo, en Doce Sanadores, un breve texto de 1933, Bach nos abre otra dimensión. Allí dice: “Impatiens es el dolor de tipo severo causado por el bloqueo de un canal que debía estar admitiendo luz espiritual y verdad.” Frase que no solo hace pensar en que el dolor procede de una resistencia a la obra divina sobre nosotros, sino en el hecho que hay un dolor que viene de Dios y que su presencia en nuestra vida es un proceso que, según Pablo de Tarso, en la segunda carta a los Corintios, se convierte en aprendizaje: “El dolor que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación…” Tal vez, sea bueno utilizar esa antigua diferencia entre sufrimiento y dolor e imaginar que en Impatiens se abren ambas experiencias: la del sufrir como producto de una oposición al trabajo del alma (dolor involutivo) y la del dolor como un cincel que moldea la personalidad para hacerla acorde a los intereses de aprendizaje de nuestro Ser Superior (dolor evolutivo). Y, esto supone que, tomar Impatiens, no solo calma el dolor sino que da conciencia de su significado en nuestra vida.

El dolor, entonces, posee una gran capacidad formativa. Nos vuelve mejores personas, más compasivos, fomenta la introspección y nos da la visión de darnos cuenta que la vida es un sendero de aprendizaje y que todo lo que nos sucede posee sentido. Stefan Zeweig, escritor austríaco sobre el cual tengo algunas razones para creer que Bach leyó algunos de sus libros, comenta que “Toda ciencia viene del dolor. El dolor busca siempre la causa de las cosas…” Y, a eso se abocó Bach, a descubrir la causa real del enfermar.

Bach establece una conexión del Impatiens con la crueldad: “A menudo alguna crueldad en la naturaleza es su causa.” (1933) Me he preguntado, muchas veces, por la razón que no existan muchas reflexiones sobre esta vinculación, en las publicaciones sobre este remedio. Bach en el texto Libérese Usted Mismo (1932), además de oponer al defecto de la impaciencia, la clemencia, señala lo siguiente sobre Impatiens: “¿Es Usted de los que saben que en lo profundo de su naturaleza hay aún una traza de crueldad; cuando lo abofetean y lo vapulean le resulta difícil no tener un poco de mala intención?¿Ha dejado aún dentro de sí el deseo de usar la fuerza para conducir a otro hacia su manera de pensar: es usted impaciente y esa impaciencia lo hace a veces ser cruel: ha dejado Usted en su naturaleza alguna traza de inquisidor? Si es así, Usted está necesitando amabilidad y clemencia exquisitas, y esa bella flor malva, Impatiens, que crece a los lados de algunas de las corrientes galas, será, con su bendición, una ayuda a lo largo de su camino.”

Crueldad, mala intención, deseo de usar la fuerza, traza de inquisidor, todas estas palabras me parecen que merecen un lugar en la comprensión de la primera esencia que Bach prepara. Cuando era un estudiante universitario de Psicología, leí una frase del Marqués de Sade que, en su momento, me intrigó: «La crueldad lejos de ser un vicio es el primer sentimiento que imprime en nosotros la Naturaleza.” Y, casi al mismo tiempo, leyendo el Arte de Amar, de Erich Fromm, halle otra, tan perturbadora como la anterior: “La crueldad misma está motivada por algo más profundo: el deseo de conocer el secreto de las cosas y de la vida.” Anoté ambas en un cuaderno y, años más tarde, pude agregar una tercera, esta vez de Friedrich Nietzsche: “La crueldad es a menudo el signo de una insatisfacción interior que anhela un narcótico.” No sé muy bien que va resultar de estos recuerdos pero tengo la certeza que permiten desempolvar aspectos de Impatiens, tal vez, un poco dejados de lado. Por lo pronto, me han hecho recordar una frase de Bach: “Por ejemplo, un paciente sufre dolor debido a que existe crueldad en su naturaleza. Puede suprimir esta cualidad proponiéndose constantemente, “No seré cruel”, pero esto significa una lucha larga y agotadora, y en caso de conseguir eliminar la crueldad, existe un vacío, un espacio. En cambio, si el paciente se concentra en el lado positivo, desarrolla la compasión y deja que esa virtud invada su naturaleza, la crueldad se sustituirá sin ningún esfuerzo adicional y llegará a ser imposible de forma permanente.” Ser bueno, entonces no es una acto heroico sino fruto de la perseverancia de desarrollar un hábito. Es decir, producto de una práctica cotidiana. La crueldad es el resultado de un desamor temprano, que hunde su huella, no solo en la historia personal o constelar, sino en la de la humanidad. La clínica muestra que, la crueldad, suele desplegarse como venganza, celos, envidia y resentimiento y creo que valdría la pena explorar estos aspectos en la personalidad Impatiens para ampliar el horizonte de comprensión que sobre ella tenemos hoy.

(Continuará)