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El mundo de las energías femeninas – Parte II –

El mundo de las energías femeninas – Parte II –


Autor: Eduardo H. Grecco

Así, como el cuerpo es el pivote de la existencia, así como existir es coexistir, del mismo modo la coexistencia es el pivote de la evolución. Y la matriz esencial donde aprendemos, descubrimos y recordamos nuestros vínculos es la familia. Los sueños, los vínculos y los síntomas son en lo individual lo que los mitos, los arquetipos y los ritos son en lo colectivo y el puente mediante el cual lo individual se hace presente en lo colectivo y lo colectivo en lo individual es la familia. Del mismo modo, que las emociones y los vínculos, la familia está en el cuerpo, es cuerpo.

En otro orden, tanto en lo colectivo como en individual y en lo familiar siempre hay una sombra que ignoramos y que pulsa por hacerse a luz. Son las heridas que cada persona, cada sociedad y cada familia deben sanar, las lecciones que tienen que aprender. Son heridas pero, también, modos que tenemos de herir a los otros y maneras que tenemos de curar. Así, cada familia está herida, posee una forma de herir a sus integrantes y, al mismo tiempo, ofrece un camino de sanación posible. Todo esto, circulando por mediación de los intercambios e interacciones que acontecen en una familia.

En realidad lo que en una familia intercambia, tras la máscara de objetos, palabras, síntomas y otras cosas más, es energía, y una de las energías que circula en la familia es la femenina.

El mundo de las energías femeninas, tanto en lo individual como en lo familiar, responde a cuatro estructuras básicas que representa, cada una de ellas un patrón ancestral arquetípico. Estas cuatro fuerzas se asocian, de a dos, en parejas que guardan entre si un antagonismo complementario.

La primera pareja está integrada por el arquetipo de la Madre y el de la Hetaira.
La madre centra su accionar en el cuidar, proteger y nutrir a los demás sin que le importe mucho si estos necesitan o no de estas acciones. Se trata de Deméter, por ejemplo, que rescata a su hija Core (Perséfone) de los brazos de Hades.
Esta energía proporciona seguridad, firmeza, estabilidad y sabiduría instintiva pero, también, puede devorar, poseer y destruir a sus hijos. Su función está asociada al proceso de comunicación inicial de la madre con él bebe y de ella derivan patologías que se asociación con el sistema óseo, la piel, el sistema circulatorio y la variada gama de padeceres de la obstrucción y el estancamiento. Hay aquí algunas flores interesantes que trabajan diferentes niveles de este arquetipo como Chicory, Mariposa Lily, Lady´s Mantle y, en general, muchos de los lirios aportan a esta función interesantes caminos sanadores.

Por su parte la Hetaira, la opuesta al arquetipo Materno, es la amante y compañera erótica. El encanto, la belleza y el misterio que despierta Afrodita pueden generar en el hombre el deseo hacia su realización creativa pero, en su aspecto negativo, puede seducir para frustrar y así herir al hombre que espera de ella un compromiso para lo cual es incapaz de asumir. Flores como Hibiscus y Pomegranate dan cuenta del trabajo de este arquetipo.
Lo común entre estos primeros arquetipos es que dirigen la energía hacia el afuera, hacia las relaciones y están conectadas fuertemente con los aspectos instintivos de la mujer. Llevan a la mujer a relacionarse, de modo lunar o venusino, con los hombres.

La otra pareja es el arquetipo de la médium y de la amazona que dirigen las fuerzas hacia la intimidad personal.

La primera de ellas es la energía de la Médium, como Casandra o Medea. Se trata de una energía porosa, que facilita la recepción de los mensajes inconsciente de otras personas. Muy sensible a los sentimientos e ideas no manifiestos como si poseyera un radar para capturar los mensajes de la sombra, parece alguien que vive en otro mundo, poco práctico y que está concentrado más en el ser que en el hacer. Sin embargo, tiene un costado histérico que arrastra como un vendaval a relaciones emocionales complejas y enredadas, llenas de tormento. Relaciones infecciosas tanto en lo anímico como en lo físico. Pero bien aspectada esta energía transforma a la mujer en alguien muy capacitado para ayudar a los otros a sanar sus heridas y a crecer emocionalmente. Flores como: Downy Avens y Glassy Hyacinth son buenas herramientas para armonizar este tipo de energía.

El último arquetipo es el de la Amazona que representa el principio de la autosuficiencia. Su placer está en la independencia y la reserva, en expresar sus talentos y capacidades como logros exclusivamente personales. Su relación con los hombres puede ser de rivalidad, de cooperación o de enfrentamiento pero depender de un hombre es inconcebible para ella. Le importa la actividad práctica y el triunfo en el mundo y es una personalidad por derecho propio: su sentimiento de identidad no deriva de las personas que dependen de ella o con quienes se relaciona.
Su lado oscuro puede llevar a una mujer presa de este arquetipo a ser arrogante, dominante, desdeñosa, castradora y solitaria. Es la imagen de Artemis: orgullosamente soltera y completa consigo misma, que en su sombra incluye una agresividad destructiva hacia los hombres y el principio masculino, avidez de poder, obsesión por la autosuficiencia, hasta el punto de ser incapaz de relacionarse con los hombres, y a partir de ello, en ocasiones, llegar a la esterilidad emocional y también la física.

Por otra parte la Amazona es el arquetipo de lo femenino heroico y se encuentra en la sombra de toda tímida ninfa, etérea y mediúnica hija de papá. Si la mujer no llega a relacionarse amorosamente con el principio masculino, tanto en lo interior como en lo exterior, el resultado es su mutilación emocional y la infertilidad. Como la mujer amazona tiene la natural tendencia a rechazar los instintos femeninos por temor a que estos la supediten a un hombre, su sexualidad puede permanecer latente o bien convertirse en un impulso obsesivo utilizado para fines no de placer sino de poder. De cualquier modo, una mujer amazona mal aspectada ve a los hombres como enemigos a quienes hay que conquistar, explotar y dominar valiéndose de la sexualidad o de cualquier otro medio a su alcance. Flores como Quince, Hinahina, Water Violet y Lehua ayudan significativamente a equilibra esta fuerza.

Ahora bien, el logro no solo de la presencia armónica de cada una de estas cuatro fuerzas, tanto en lo individual como en lo familiar, sino de un equilibrio complementario entre ellas, depende de la combinación de por lo menos dos factores. El primero es el que realiza de un modo maravilloso Shasta Lily conduciendo el desarrollo de la individuación en la mujer individual así como de la energía femenina de una familia. El segundo es la capacidad personal y familiar de poder ponerse en el lugar del otro, de pasar del amor al yo al amor al tú, para dar lugar a la formación de una nostridad amorosa y creativa. Y, al mismo tiempo, poder pasar no solo del yo al tú sino del amor de la personalidad al amor del alma. Y esto es lo que aporta muy elocuentemente la esencia floral del Heather.

En la práctica terapéutica con familias o en el trabajo sobre las constelaciones familiares de los pacientes individuales se advierte que alguna de estas cuatro energías femeninas están presentes de un modo dominante y que guían y limitan la forma en cómo se relacionan tanto hombres como mujeres. Son modelos que condicionan la manera de percibir la realidad, a los otros y a uno mismo. Así, por ejemplo, la energía amazónica si bien es la fuerza que puede despertar el impulso a la individuación y a la liberación del sometimiento en una mujer o en una familia, puede explicar la reiteración generación tras generación, en una familia, de una tendencia a la soltería de muchos de sus integrantes, o que algunos de sus miembros se casen, tengan hijos y casi inmediatamente se separen o, inclusive, mujeres que alejan, luego de nacido, al hijo de su padre.

El poder pensar en términos de arquetipos familiares permite comprender muchas cosas en una familia, entre ellas, que no estamos ajenos a su influencia. Que esto sea así no es un error de la naturaleza sino parte del trabajo de la evolución. Como estoy convencido que la familia que tenemos es la mejor que pudimos tener, los arquetipos que en ellas dominan son oportunidad de aprendizaje. Muestran la dirección de la herida que debemos sanar y para nosotros los varones, es una buena guía del tipo de mujer que debemos sanar dentro de nosotros para no tener que estar, una y otra vez, teniendo que buscarla afuera, ya que, la sombra que no se ve adentro se proyecta en cada relación.

Fin