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  • Terapia Floral – Supervisión de casos clínicos

La madera de Edward Bach

La madera de Edward Bach

Por Eduardo H. Grecco

eduardohoraciogrecco@gmail.com

Dos cosas constantes te revelan, te tienen de cuerpo entero en el instante,

y son la cama y la mesa de madera, hechas a la medida del amor y del hambre.

                                    Homero Aridjis

Una importante revista de pensamiento terapéutico alternativo, arte, filosofía oriental, literatura y ocultismo, Theosophist Magazine, (1) publicó reseñas de dos libros de Edward Bach: “Cúrate a Tí Mismo” y “Los Doce Curadores y los Cuatro Ayudantes”.

En el primer caso se trata de una crítica relativamente elogiosa sobre lo que se puede considerar el manifiesto de fundación de la Terapia Floral, aunque por su estructura bien podría ser una publicidad paga de la Editorial Daniel, responsable de la edición de este libro. (2)

La segunda, en cambio, publicada en septiembre de 1934, es un comentario poco apreciativo: «El autor enumera 12 enfermedades. A saber: debilidad, desesperación, miedo, tortura, indecisión, indiferencia, desasosiego, falta de confianza en sí mismo, desaliento, entusiasmo, impaciencia, retraimiento, las cuales podrían ser curadas usando agua en la que se han dejado en remojo ciertos tipos de flores por unas pocas horas. Lo mismo se aplica con Gorse, Oak, Heather y Rock Water. Uno se pregunta si el autor es serio o si la intención del pequeño folleto es la de servir de publicidad de unos preparados médicos.» (La negrita es nuestra)

Intento imaginar que cursó por la cabeza y el corazón de Bach al leer esta crítica, un golpe que se sumaba a una serie de dificultades que se habían ido acumulando desde hacía tiempo, tanto en su vida personal como en relación a diferentes instituciones y grupos de la profesión médica. Nora Weeks, al hablar de ese tiempo de la vida de Bach, insiste en la fe y el coraje que él demostró para enfrentar las adversidades que transitaba, entre las cuales, además, estaba presente la carencia económica. Y la reiteración de la necesidad de “fe y coraje”, señala el paso por una época dura y compleja.

Sin embargo, Bach, por lo menos en el plano económico no demostraba mayor preocupación, ya que, creía que lo asistía la “…Protección del Gran Poder que velaba por él…”. (Nora Weeks) Inclusive a pesar de la falta de recursos monetarios y las privaciones materiales que esto le ocasionaba, “Tampoco recibía dinero de la venta de remedios de parte de los farmacéuticos a quienes había dado las tinturas madres, estipulando únicamente que las preparaciones medicinales debían ser vendidas al precio más razonable posible. Consideraba aquellos remedios preparados a partir de las flores del campo como un don gratuito del creador que, como tal, no debía prestarse a usos comerciales”. (Nora Weeks) De manera que, entonces, las vivencias emocionales dolorosas que Bach padecía, provenían de fuentes distintas a la falta de recursos monetarios.

En esos meses finales de 1934, luego de haber hecho un poco de jardinería mientras se recuperaba de un cuadro de agotamiento, Bach se dedicó a la carpintería, haciendo muebles para Mount Vernon y para Wellsprings. Esta actividad, para la cual parece haber tenido un don natural, le sirvió a Bach para canalizar su energía creativa luego de haber terminado de preparar, en abril, el último remedio de sus primeros 19. Es posible que, mediante esta actividad, encauzara su impaciencia personal y sus malestares, pero, laborar la madera, darle forma, limpiar sus asperezas e imperfecciones, también, es una buena imagen de la tarea terapéutica de tallar la personalidad para que la voz del alma se manifieste a la conciencia.

Al trabajar con las manos un leño en bruto hasta plasmar el diseño que habita en la mente, el carpintero hace que toda la existencia esté contenida en esa obra y en ese transcurrir forja tanto como es forjado. Es que hay en la artesanía un elemento de reciprocidad que se deriva del sentido propio de las manos, el tacto, ya que, nadie puede tocar sin ser tocado. Tocar que no es maniatar o sujetar. La diferencia cuenta porque la mano que aferra busca retener, pero, cuando roza, espera un encuentro.

Muchas veces, las maderas son iluminadas con pintura policromada con la intención de ocultar su pobre constitución o su falta de madurez o solidez. En cambio, las maderas nobles se exponen en toda su belleza y, entonces, al artesano, solo le place realzar sus talentos naturales. Del mismo modo, la prescripción es como tallar sin juzgar sobre la virtud o el defecto del material sobre el cual se trabaja, ni con la finalidad de esconder sus fallas. Solo se ayuda a que cada tronco tome la forma para la cual estaba destinado y aún, si su misión es ser leña y no madero de barco o de cruz, cumpla con ella con total entrega porque no hay en la vida labores pequeñas ni grandes, sino que, de lo que se trata, es de ser fiel a uno mismo. Ser la talla que nuestra alma debe ser.

De modo que, la prescripción es un arte semejante al de la madera. Hay carpinteros y ebanistas, hacheros y tallistas, tablajeros y torneros. Para cada quien hay lugar y hay materia prima para todo aprendiz, oficial o maestro. Cada tablón necesita su propio artesano y las esencias florales son las herramientas -como en el oficio de la carpintería lo son las tenazas, reglas, compases, escuadras, garlopas, formones, mazos, sierras, punzones, mochetas…. – de las que se vale el terapeuta para cincelar esa madera que Dios puso entre sus manos, lijar sus imperfecciones y hacer que la forma que le estaba asignada en el Plan de la evolución salga a la luz.

 Sucede, sin embargo, que solo en ocasiones la persona quiere arrojarse a este proceso, ya que, implica zambullirse en la travesía nocturna del alma para aprender a ver en la oscuridad y prefiere recurrir a la seguridad que le brinda los propósitos, aparentemente claros, de un “buena técnica” que le proporcione caminos para resolver problemas. Los terapeutas, en tal caso, gustan olvidar su condición de artesanos, los pacientes la naturaleza de su madera. Entre ambos tejen un acuerdo para alcanzar una mejor adaptación que los aleja a uno de su misión (ser facilitador del plan de la evolución) y al otro del cumplimiento del diseño que su Alma eligió para esta encarnadura.  Y aunque los beneficios para la personalidad puedan ser evidentes esto no supone estar en el camino correcto del alma.

De manera que, si unimos estos comentarios previos al momento biográfico de Bach, es posible imaginar que él estaba no solo modelando muebles, sino cincelando aspectos de su personalidad para prepararse para el tramo de su camino que le esperaba recorrer.

El último remedio de los primeros diecinueve fue Wild Oat. Y su preparación sucede unos días posteriores a la terminación de la Semana Santa de 1934, que ese año se extendió del 25 de marzo al 1 de abril. Vale recordar que tras el tiempo de Cuaresma llega la Semana Santa, una celebración en la cual, el cristianismo, evoca el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Y es interesante observar que el tiempo de cuaresma es un ciclo de purificación e iluminación interior, en el cual los temas dominantes son conversión, pecado, penitencia y perdón. No obstante, no se trata de una época triste sino, más precisamente, meditativa e introspectiva. Es, sobre todo, tiempo de conversión y penitencia.

En el Reino Unido, Semana Santa (“Holy Week”) es más conocida como Pascua (“Easter Week”).

Esta fiesta de Pascua tiene sus raíces en antiguas ceremonias paganas anteriores al cristianismo, que festejan el júbilo y la fertilidad ante el inicio de la temporada de siembra y el inicio de la primavera. Luego del recogimiento y sequedad invernal el esplendor del florecimiento. Luego del devocional Olive y el reflexivo Vine, el próspero Wild Oat.

En este marco arquetípico Bach concluyó de preparar la segunda serie de remedios, los Siete Ayudantes, y aunque en principio creía haber terminado su labor poco a poco comenzó a darse cuenta de la necesidad de preparar otros remedios “…para ciertos estados mentales que no habían sido incluidos en el primer grupo.” (Nora Weeks). Estos fueron los últimos diecinueve remedios que creo, y lo hizo durante 1935.

Junto a todos estos procesos Bach había intentado reconciliarse con su segunda mujer, tanteo rechazado por ella; había pretendido reconectarse con colegas para interesarlos en su obra, sin resultados positivos; había… ¿Cuántos “había”, de esta naturaleza, existirán en ese momento de la historia de Bach que no conocemos?

A pesar de todo, Bach estaba ahí. Como si la vida lo golpeara por todas partes no para derribarlo sino para que no se apartara de su sendero. Así, cuando revisamos la vida de Bach vemos como cada movimiento hacia la realización de su vocación está precedido de una crisis de alguna naturaleza. Como si la enseñanza fuera que para hallar recursos profundos para ayudar a los que sufren hay que hundirse primero en los propios abismos; que para evolucionar hay que morir para resucitar; que todo emerger espiritual supone una zambullida previa en la propia sombra. Del solve al coagula alquímicos, una y otra vez. El amor que disuelve, el hambre de amor que coagula.

Notas

(1) The Theosophist, es la revista mensual de la International Theosophical Society con sede en Adyar, India. Fue fundada en India en 1879 por Helena Blavatsky , quien también fue su editora. La revista sigue siendo publicada hasta la fecha.  En el tiempo de Bach era una revista dirigida a especialistas de estos temas.

(2) Cúrate  A  Ti  Mismo,  por Edward Bach, MB, BS, DPH. (The Daniel Company, Londres. Precio: 3 chelines con 6 peniques)

“Este es un estudio de la enfermedad en la naturaleza humana y sus correspondientes remedios. Que es imposible separar el cuerpo físico del resto de la complicada naturaleza del hombre es su contenido

Discapacidades físicas, defectos del carácter y puntos débiles psicológicos son comunes a todo el género humano y están correlacionados con el tipo de enfermedad que el hombre padece. No solo hay ahí potentes factores similares con los que él está obligado a contar, sino que algo puede estar pasando en otra parte de su ser de lo que no tiene completo control y de lo cual, probablemente, apenas sea consciente. Trágicos dramas pueden estar escenificándose en otro lugar [de sí mismo] que se extienden profundamente aquí, a modo de enfermedad, y se instalan como deficiencias orgánicas. En muchos casos, una tensión continuada durante largo tiempo o una violenta sacudida repentina están reconocidas por la mayoría de los médicos como responsables de las dolencias de muchos, pero la cura se lleva a cabo solo en base al físico y la causa queda intacta, dejando que sus efectos reaparezcan más tarde en un modo más inquietante. Son solo hombres como el escritor, un sabio médico, que investigan atentamente en las bases y en los orígenes, y que inspeccionan minuciosamente las sub y las superestructuras, los capaces de emprender esa aplicación curativa, la apropiada al caso.

  Naturalmente, los esfuerzos espirituales y mentales requeridos, según dicta “Cúrate a Ti Mismo”, tienen que encontrarse en el interior del paciente mismo, y lo crucial de la dificultad depende muy a menudo de esto; aquí es donde entra la importancia del dolor, lo que fuerza a la víctima de su propia falta vencer su debilidad.

A un médico guiado por tales principios como los presentados en este libro, y que tiene que desempeñar muchas funciones para que sus prescripciones sean eficaces, le será de inestimable valor como vademecum, como también a aquellos enfermos que buscan el oro puro del autoconocimiento y la salud”. (Citado de The Theosophist, mayo de 1931.