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Reflexiones sobre Impatiens Parte II

Reflexiones sobre Impatiens Parte II

Autor: Eduardo H. Grecco

email: eduardohgrecco@gmail.com

Bach establece la idea que, la raíz del dolor de la persona Impatiens, podría radicar en un rasgo cruel de su naturaleza. Como si el dolor fuera la consecuencia, aquí, de un cierto comportamiento tiránico y desalmado. Sé que exagero con mis calificativos, pero les pido un poco de “paciencia”. Del mismo modo que, para algunas personas, la crueldad genera rechazo, puede observarse, también, como, desde la comprensión psicológica, la repugnancia a actos de este tipo funciona como un dique para contener una tendencia a realizarlos. No es que falte deseo, se lo bloquea y reprime. Moral, pudor, asco, culpa, vergüenza, actúan como recursos que acorralan un impulso destructivo y fomentan la adaptación social de la persona.

Considerada desde un lugar diverso, el incremento de la crueldad es, en realidad, una merma de la compasión. Fromm, enseña que solo los seres humanos poseen la capacidad de sentir placer “…en aniquilar a un ser vivo sin más razón ni objeto que destruirlo. Solo el hombre parece ser destructivo más allá del fin de defenderse o de obtener lo que necesita.” Además agrega que, el miedo y el dolor, son afectos inquietantes y que la gente está dispuesta a todo por liberarse de ellos.

Esto mismo sucede con la angustia. Frente a ella, para ocultarla a la propia conciencia, se puede recurrir a las drogas, sexo y alcohol (salida Agrimony), la compañía (salida Heather), la sobreprotección “justificada” (salida Chicory), el sueño (salida Clematis), la búsqueda de justicia (salida Vervain y Vine) pero, uno de los caminos más efectivos y poderosos para quitarse de encima la angustia, es la vía de la agresividad y la crueldad (salida Impatiens).

Ahora bien, resulta difícil imaginar que alguien cruel tenga capacidad de apreciar valores como, paciencia, libertad, respeto por la vida, amor, unidad, ternura, amabilidad, consideración…. Y, lo que es más, la clínica enseña que la crueldad es adictiva y, al igual que la impaciencia, crece con al paso del tiempo. Esto explicaría la dificultad manifiesta, de la personalidad Impatiens, para modificar su conducta poco tolerante, tensa e incapaz de esperar, a lo largo de un tratamiento.

Con este tipo floral la tarea es larga, dura y nunca sencilla. Su conciencia está un tanto adormecida. Entonces, como señala Clive Staples Lewis, “Dios susurra y habla a la conciencia a través del placer, pero le grita mediante el dolor: el dolor es su megáfono para despertar a un mundo adormecido.”

Impatiens desarrolla la virtud de perdón, paciencia o clemencia, según sea el texto de Bach que seleccionemos. La clemencia es definida como la moderación compasiva en la aplicación de la justicia y, según Cicerón, es una virtud gracias a la cual, el alma, que se encuentra llena de odio en relación a una persona, se refrena con benevolencia e indulgencia, en lugar de actuar según lo que originalmente siente. Dicho de otro modo, la clemencia atempera el odio, calma las tempestades del celo amargo y del gigante emocional rojo de la ira. En general, muchos pensadores dan como semejantes a las virtudes de clemencia y mansedumbre y colocan, a ambas, como opuestas a la crueldad. Lo interesante es que, al igual que la compasión, estas virtudes, que se conduelen y solidarizan con el padecer de los otros, se desarrollan y crecen a partir del propio dolor. Como si el dolor fuera un gran maestro que acompaña a Impatiens para que transforme su iracundia en la práctica del perdón. Del mismo modo que, la compasión, cuyo instructor ha sido el dolor, “…a perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho.” (Jacinto Benavente). Después de todo, haber pecado, nos habilita a sentir real empatía por los pecados ajenos. Pero ¿Por qué a Impatiens le cuesta ser empático y ver facilitada la compasión en su vida? Daniel Goleman, comenta lo siguiente: “El ensimismamiento, en cualquiera de sus formas, dificulta el establecimiento de la empatía y nos impide también, en consecuencia, experimentar también la compasión. Cuando nuestra atención se centra en nosotros mismos, nuestro mundo se contrae, al tiempo que nuestros problemas y preocupaciones adquieren dimensiones amenazadoras. Cuando, por el contrario, centramos la atención en los demás, nuestro mundo se expande. En este último caso, nuestros problemas se dirigen hacia la periferia de nuestra mente y parecen empequeñecer, con el consiguiente aumento de la capacidad de establecer contacto con los demás, es decir, de actuar compasivamente.” Entonces, esa opción de Impatiens por la soledad, o mejor dicho, ese rechazo a la nostridad, al estar juntos con el prójimo, trae como consecuencia natural, una suerte de incapacidad en ser clemente, tolerante, paciente y compasivo. Esto tiene su lógica, ya que, esto, es lo que su alma le pide que aprenda. Y, la vida, siempre nos coloca en la orilla opuesta del lugar a donde tenemos que arribar.

Hay varias lecturas sobre Impatiens. Una de las que más me gusta es aquella en la cual se escenifica la falta de paciencia como una incapacidad de hacer proyectos a largo plazo. En relación a la disposición que este tipo de personas tiene a evitar la intimidad, hay que considerar el hecho, de que, Impatiens, no se queda el tiempo suficiente en un vínculo para forjar una relación, para abrirse a la confianza que permita establecer una ligazón afectiva.

No estoy seguro que esto sea por miedo. Si, quizás, lo sea por aquello del Tempus fugit… el tiempo vuela, huye, se evapora, se escapa de entre las manos. Y, con esta idea de que el tiempo es sucesión de muchos ahora, que el tiempo es fugaz, que no se “puede perder el tiempo”, queda implicado, en el proceso inconsciente de esta flor, que “el tiempo se pierde”. Así, vemos como Impatiens, se está defiendo, con apuro y ansiedad, del dolor de una pérdida. ¿Cuál? Veamos.

Si el tiempo es fugaz, todo lo que hacemos en su transcurso también caduca, de la misma manera que termina cada ahora sucesivo. La imposibilidad de que Impatiens vea al tiempo, no como algo lineal sino cíclico, condena a este personaje a la imposibilidad de construir proyectos y construirse a él mismo como un proyecto de la evolución, de saber esperar que las cosas sucedan en su momento. Una evolución que acontece, de cabo a rabo, en el telar de las relaciones.

Ahora bien, no acaba todo aquí. Al no poder abrirse a la eternidad, al eterno retorno del tiempo, Impatiens, devalúa lo que hace, ningún hacer alcanza a colmar y calmar su inquietud. Y, la crueldad con la cual, por momentos, trata de alejar al otro de su vida, refleja, aunque él no lo sepa, su profunda inseguridad. Más que miedo a la intimidad, en Impatiens, hay una profunda vivencia de falta de valía que compensa con hacer todo “por sí solo”, de un modo eficiente y rápido. Intimidad no es solo compartir sino compartirse, saber vivir en el ritmo de los procesos de la vida. Impatiens siente que no tiene nada bueno de sí para dar. La pérdida Impatiens es la de una imagen valiosa de sí, que el tiempo le roba. El tiempo, para él, todo lo devora.

¿Cómo suele ser la persona Impatiens? Rápida, veloz, fuerte, ansiosa, estructurada, impositiva, aislada, tensa, explosiva, angular, cerrada, entusiasta, empujada por comportamientos inesperados y raros, con cierta dificultad para controlar su temperamento, impaciente, irritable, malhumorada, intolerante, displicente e individualista. ¿Alcanza esta descripción? Creo que no le hace justicia, porque solo resalta los aspectos negativos de su manifestación dejando de lado su polo opuesto: amabilidad, gracia, relajación, capacidad de espera, compasión, susceptible de generar confianza, suavidad, liberación de todo estrés, paz que proviene de su capacidad de perdonar, (así como en Clematis se deriva de la indiferencia) desprendida, alejada de toda anhelo y desesperación y totalmente abierta a permitir que la luz del alma fluya por su vida. Esta última es una imagen bien distinta a la que nos tiene acostumbrada la literatura floral.

Sin embargo, me parece que si releemos el texto de Bach, de 1930, Algunas Consideraciones Fundamentales sobre la Enfermedad y la Curación, hay algunas cuestiones que nos ayudarían a profundizar otros aspectos de Impatiens que, también, son poco considerados. En este trabajo, Bach, acentúa cinco aspectos del remedio. El primero, es la asociación con el arquetipo del Entusiasta, una de las cosas que comparte con Vervain. El segundo, el tema del dolor que no es cualquiera, sino agudo y severo (más tarde agregaría “penosísimo”). En tercer lugar, la inclusión aquí, de que, es también una prescripción adecuada para el “sufrimiento mental agudo” e intenso. El cuarto, que implica una muy interesante propuesta de Bach, “Es útil en aquellas personas que (sin importar su estado aparente) están haciendo un gran esfuerzo para sobreponerse a alguna cualidad adversa: de ahí la intensidad del sufrimiento cuando temen fallar.” Y. lo señalo de modo especial, porque no deja de ser éste, un aspecto de la capacidad de resiliencia de los seres humanos. Esa capacidad de dar una respuesta positiva ante un evento desfavorable y, finalmente, el hecho que Bach considera que este remedio da paz, a la persona que lo toma, y acelera su recuperación.

Ante una persona profundamente Impatiens tengo la sensación que parte del drama de su vida consiste en que no se da cuenta que “La alegría y el dolor no son como el aceite y el agua, sino que coexisten.” (José Saramago) O, como dos siglos antes George Sand lo expresara: “Dios ha puesto el placer tan cerca del dolor que muchas veces se llora de alegría.” ¿Será así? Julian Barnard, parece convencido que Bach se encuadraba en tipo Impatiens. No importa si esto es correcto o no. Lo cierto es que si uno repasa la vida de Bach ve como junto al dolor está el disfrute. Nora Weeks relata en su libro “los descubrimientos del Dr. Edward Bach”, como a pesar del gran sufrimiento que padecía siempre estaba dispuesto a “…brindar alegría y felicidad al prójimo…” Es como si él hubiera aprendido, por propia experiencia, que el padecer y el disfrute no se excluye. Que no es la enfermedad lo que nos quita la alegría, sino que somos nosotros los que permitimos que ella nos la robe.

La persona Impatiens está aquí, en la tierra, para aprender paciencia, no solo con los otros, también con ella mismo. Debe desarrollar la capacidad de saber esperar el ritmo natural del crecimiento de las cosas, a darse cuenta que la excelencia no está en el logro de metas, sino en vivir el proceso de un modo pleno. Todo en la vida tiene su propia cadencia y que hay que aprender a respetarla. Una persona se delata como Impatiens cuando siendo ansioso, veloz y eficiente en sus haceres, muy mental e intolerante con los otros (ya sea por su lentitud, ineficiencia o simplemente porque llevan a cabo las cosas de un modo diverso a ellos), o se muestra imposibilitado para saber esperar. Para ellos la vida tiene un paso lento. Tomar este remedio produce una serie de cambios significativos. Nos vuelve: 1) pacientes con los otros y por lo tanto tolerantes y compasivos, 2) alivia nuestros dolores, 3) relaja la mente y el cuerpo, 4) disipa la ansiedad, 5) nos hace ser más receptivos a los diferentes procesos de la vida y a no imponer nuestros criterios sino respetar la diversidad de como las cosas se desenvuelven de acuerdo a su naturaleza, 6) nos permite ser tolerantes con nuestros propios procesos personales y, por lo tanto, a aprender a portarnos bien con nosotros mismos y a aceptarnos tal como somos, 7) fomenta la socialización y la capacidad de lograr intimidad y empatía, 8) nos libera del sentimiento de frustración cuando las cosas se retrasan o se ven impedidas y 9) nos permite alcanzar un dormir reparador, eliminar contracturas musculares y mejorar las alteraciones funcionales digestivas, cardíacas y respiratorias.

Tal vez una buena frase que nos ayudaría a meditar sobre esta flor, es la que escribiera Alejandra Pizarnik: “Nada más idiota que la experiencia del tiempo a través de los relojes y no obstante aquí estoy: temiendo que se me haga tarde».

(Fin)